en un obsoleto caos
de rastreros menjunjes
de alquímicos rejuntes
que otros llaman existencia,
ojos con musgo
labios sin gusto
barajan y revuelven el engendro acústico
voces que llaman a ninguna parte
subterránea velocidad metálica
se sumerge en la veloz agonía
un cielo que se muere
susto de fantasmagoría
una tarde fría
sobrevivir ingenuo es arte
él estaba mirando
como se suspenden las hojas
de un jardín colgante
(silvestre tentempié del smog amarillista)
los micromundos pedían su atención a gritos
(curioso devenir del atardecer fotosensible)
chupaban sus melodías
(la metamorfosis del colibrí en anilina)
él estaba fumando
(se ve tan bien así, fumándose)
se hacía de noche, y nadie lo notaba.
solamente él,
que miraba la tierra girar
el péndulo del momento justo
afinó la cuerda
ajustició el pulso
una mañana de diluvio clandestino
el aguacero de los días que siguieron
que me arrastraron a su cometa
y lo encontré,
y me invitó,
y volamos