Resina dorada,
soleada, limonada
mermelada de cobre
virutas de durazno maduro
que emerge de las entrañas
de arboles dormidos,
añejos,
hondos.
Sus arrugas,
surcos profundos de madera y musgo,
tienen preso
al tiempo
al pasado
llevan adentro los días gastados
mis noches violetas de luna lejana
y chica como un cenicero.
Su sollozo es tan profundo
que los pájaros
vuelan como si el viento los suspendiera
con hilos de cristal,
llevan nudos hechos de nubes
y
de polvo
enganchados de las alas,
que los sostienen al cielo
para que no se caigan.
Imperceptiblemente
en su danzar andariego y curvilíneo
chorrean a su paso
lágrimas de miel de las reinas voluptuosas,
que le llevaban de regalo a las hadas
y bajaron a tomar aire.
Caída
L
I
B
R
E
desde el cielo,
alborotadamente libre
desparramada, atolondrada, despreocupada
mente
mente
libre
Se escurren por las moradas
diminutas de los duendes
(verdaderos dueños de los bosques)
Encantadamente
escondida entre
flores malva
y pétalos de humo
hongos
gigantes
verdes botella de ecos oriundos
barbas
cenicientas que caen desde
el suelo
que me llaman a treparlas y colgarme de sus
lianas
no hago más que
callarme
inhalar ese estruendoso ruido a nada
y saborear el eco del horizonte cuando
grita
y se desgarra.
Andar liviano,
mi sombra espesa se confunde
con el misterio del silencio
que me envolvió aquella noche.
1 comentario:
Mucha belleza y un cúmulo de imagenes que restañan tristezas, rabias, miedos ... y sacan un suspiro, como un conejo de la chistera de un mago
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