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jueves, 13 de marzo de 2014

Constelaciones imaginarias


puedo intentarlo
decir que
el ondulante ir y venir de los mechones dorados se asoman con rebeldía de tu boina
y anuncian el camino irrevocable de mis dedos
¿o qué?
que tenés los ojos lindos y oscuros y redondos
como dos caramelos media hora,
que debajo del arco de tus cejas
escondo las pestañas cuando me besas la nariz,
y las pecas
¿para qué hablar de las pecas
si con mirarte puedo trazar constelaciones imaginarias?
no creo que haga falta decir algo de tus bigotes anaranjados
donde me cuelgo cada vez que el mundo embiste con su raciocinio
ni de tu boca, cuando me sonríe,
ni de tus manos, génesis de las melodías de mis días
ni de la piel dibujada de tus brazos,
donde vivimos eternamente de prestado en los brazos del otro,
(que la tuya es mía, la mía es tuya)
No, no hace falta
porque puedo decir tanto,
y caería mil veces en definiciones
vagas, aproximadas, tibias
que ni dichas mil veces más surcarían una sola de tus huellas

Es que me cuesta escribir de vos, porque en todo estás vos
podrán condenarse a mi taza de té eternamente fríos los saquitos de hebras
en un esfuerzo tan desesperado como inútil por cumplir su quehacer en el mundo,
las lavandas secarse en mi ramillete inventado sobre la mesa,
el día morir en su ocaso inexpugnable

pero vos, siempre estás

en todo estás, en los poemas, en la risa, en la música
estás en mí, incluso antes (mucho antes) de que yo lo supiera
(de que lo sospechase)
y giramos al sol y en esa vuelta lunar nos enredamos
juntos, riendo, buscando tesoros donde la humanidad ve nimiedades
y tu voz siempre está,
y están tus manos, tus cosquillas, tu abrazarme estrechamente el alma
¿y qué sería de mi pecho sin vos?
y de nuestro colchón, y de la cafetera, y de los juguetes
y de las mañanas, de los árboles, de las macetas que invento
del sillón, de los libros y del ukelele
de los helados, los dinosaurios y el llamador que suena con el viento,
del telescopio, el sonido del tren y las ventanas de colores
qué sería de la luna,
de los camparis, los viajes, las poesías
del ruido de la llave en la puerta, del gato esperándote en el pasillo,
de mí,
que sería de las complicidades,
de los pequeños nuevos descubrimientos
de las canciones que llevan mi nombre,
de los pedacitos de libros que leemos en voz alta
que sería de los desayunos y meriendas y cenas,
de la madrugada al compás de tu respiración
de qué se llenaría el tiempo que ocupamos
amándonos
pensándonos
obstinadamente buscándonos
inexorablemente encontrándonos

¿que sería de hoy, de mañana?

Si la nada cobrase formas,
esa sería la de tu ausencia.
La mejor forma que tengo de ser
es si soy al lado tuyo.



                                                   Te amo Juan. Eternamente y desde antes de saberlo. Feliz vuelta al sol (:











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