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viernes, 4 de octubre de 2013

encuentro

Cuando
por fin
llegó el pez a las estrellas,
la Cruz del Sur en trance
aulló, celebró, tomó sus manos 
y comprendió que había llegado el momento.

Los planetas se confabularon en misteriosas sincronías,
encuentros
palabras
sonidos perdidos
que encontraron su sentido...    

                                            (los ecos de un destino cercano)

Despabilado Júpiter, había llegado el momento y era antes de Navidad
millares de galaxias danzaron largamente
fluctuando entre los cantos orgásmicos de las ninfas del amanecer
incorpóreas
tenues
  v o l á t   i   l        e     s

Dibujos perfectos atravesaron lo oscuro de aquel confín de nocturnidad
el cielo se embriagó en su más profunda alegría
diagrama perfecto, paciente, sutil... 

ALINEADO...           alineándose.

Estallido cósmico fugaz y definitivo.

Abajo, a un destello del alba 
noches encantadas
mañanas brumosas
el trazo de un camino que decrece

distancia remota  es  fu  mán  do  se

Líneas del horizonte pintando calles desangeladas
baldosas desiertas que urgían beber de un néctar que les devuelva la vida...
brazos próximos, finos, abiertos, tremendamente largos y vivos
cuerpos imanes
latidos

silencio lleno de sonidos

todo lo dicho podría dormir en el espacio breve entre esas dos almas que taladraban los cuerpos
para tocarse... para encontrarse, 
para reconocerse, 
para fundirse...
de una vez y 
para siempre.

Y en un punto del universo, allí arriba
el sol
encontró otro motivo
para no apagarse.



viernes, 1 de febrero de 2013

...

Para suavizar las palabras hace falta abrazarse a un árbol y pisar la raíz de la tierra, Gaia germinal, génesis del misterio, la vida y destino último de las lágrimas. Sentir como ella gira y dejarse girar alrededor del sol.

Hace falta regalarle esas palabras al aire, el viento y los hilos infinitos que unen a las personas con sus destinos.

El amor suaviza la palabra, la modela, la tiñe de colores y la cuelga del cuello de una nube a la madrugada. Allí las palabras son casi gestos, gemidos, suspiros, exhalaciones, oniria, verdad, libertad y sintiempo infinito.

Suavidad de la palabra es directamente proporcional a la cantidad de libros de poesía recorridos en el día y música degustada en el aire, e inversamente proporcional a los minutos de televisión encendida.

Las peleas agotan las palabras, las gastan, las destiñen, rasguñan su esencia divina. Los gritos las despilfarran.

Las palabras guardan simbiosis con la boca que las pronuncia, modela y constituye como tales. Tienen música propia, color, textura y aromas. A veces se enojan con uno, y se niegan a ser pronunciadas y siquiera pensadas, pacíficamente en huelga atroz de silencio.

Las palabras terminan de nacer cuando llegan al núcleo del  s e r  que las recibe y hace suyas, las llena de significados y las atesora por años, en el mejor de los casos, como un regalo del universo.

La receta, a veces, viene en forma de té.