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domingo, 27 de abril de 2014

plexo solar

plexo solar


Plexo solar

A la hora de la siesta
las lúcumas miran la tierra
al eje miran
al sol giran
liman, yiran, riman
viran, se hincan, silban

Las brújulas arañan la acera
emprenden todas la vuelta
declinan hondamente las abejas
a lo hondo de la enredadera
yacen las horas muertas

Horas que tictaquean,
horas que reverberan
centellean
espejean
alteregan
balbucean
interpelan
Entre musgos sueltos
minutos muertos
insectos tuertos
laten
tiemblan
rugen
vuelan
saltan
funden
niegan
ruedan
se inclinan, se acobardan, se contraen, se difuminan
(lisergia de los días,
ocaso de las muelas)
Ciclópeo corazón
¿quién te sigue donde fueras?
¿quién contrae junto a tus venas?
¿quién te late cuando mueras?

Horas que tictaquean
Horas que reverberan
Centellean, espejean, alteregan, balbucean, relojean

Visual celuloide del fugaz cosmigonón
esperpento
contracción
ámbar, alcanfor, almizcle
teorías, cuerdas, muecas, cuencas
El plexo giró la rueda
del hilo que nos une al sol
el sol movió la nave,
visual tacto,
extensa voz
¡colmo del oxímoron!
ciclópeo corazón:
¿quién te sigue donde fueras?
¿quién contrae junto a tus venas?

¿quién te late cuando mueras?






viernes, 25 de abril de 2014

ego

la tierra
respira
inhala y
exhala
los ecos
de su curva
existencia
de su oscura
trémula
anárquica
pandémica
primigenia
epiléptica
convulsionada
polvorienta
virulenta
insacudible
existencia

la humanidad
finge moverse
porque quiere


lunes, 21 de abril de 2014

menta lunar

la noche lloró
perforó el tímpano
de lo audible
pulverizó el témpano
de la invisible
soledad

atlas de un amor
polar
polarizando
el hielo
escarchando
el cielo
engendrando
espejos
empapados de niebla

párpados desangelados
miradas sin tiempo
labios mordidos
de promesas infinitas
exhalan y susurran
a gritos desteñidos
alienados
atomizados
en miles de pestañas
mojadas de rocío

llueve
en este mundo
extraño
menta lunar
extraño
sollozo solar
extraño
la hora
en la que fuimos niños






sábado, 12 de abril de 2014

del frío, que podría ser del viento

el frío taladra
la noche liviana
promesa invariable
de luna en paraguas

esculpe los cuerpos
replegados adentro
contraídos, deshechos
rendidos al tibio
rugir del tiempo

la tierra, su centro
excusas del viento
piel de marfil
ojeras lavanda
ojos de noche
mirada temprana

subir al altillo
donde el calor aguarda
el edredón sustituye
la liviana manta


eneldo
violetas
guirnaldas

deseos
trayectos
promesas
mis alas



jueves, 10 de abril de 2014

siesta solar

epifanía
rapto de lucidez
desde mi ventana
un tren chilla
su profana agonía
del aullido infinito
somnolencia
siesta
conciencia
real esencia
proliferación de zapatos
fiesta espectral
la ciudad es la ópera punk
del escenario inaudible
de la civilización

aquí
raíces nudosas se atan al centro de la tierra
ME atan
(todos estamos atados /
fingimos no estarlo)
yo observo
lo observo todo con ojo escrutador
con ojo furtivo y amnésico
con ojo insomne
metafísico
analgésico
convulsiva, apasionada, rítmica, orgásmica, orgánicamente
aferrada a la tierra
a su siesta solar

partículas de polvo del pasado
atraviesan la ventana
penetran la suavidad de una cortina de tul
20140 besos
epifanía
el color de un eclipse
es la ventana abierta
a la dimensión
de los que no dormimos

viernes, 4 de abril de 2014

Paréntesis prosaico para nadar en la brisa cromática


Once upon a time había una bebarda que de tanto comer dulce de damascos untado en galletas marineras, dejarse besar por su amado juglar, jugar con un ukelele, besar (a su vez, y antes y después y durante y en otras ocasiones) a su amado juglar y leer a Hemingway, iba transformando lentamente los colores de su entorno, de modo tal que galopantes ráfagas de luces densas y humareadas, humo-aireadas, de humo mareadas, humareantes de sonido y matices, iban apoderándose de todo. De las paredes, de la lámpara, de la taza, de los días. 
Fue estando en este incesante ir y venir de texturas que Bebarda recordó que hacían como tres o cuatro días (ya no sabía) que no se peinaba, ni se pintaba, y prácticamente no usaba calzado, y que vivía en un mundo paralelo lleno de hojas de hiedra, gatos y lavandas, escondida dentro de los dos brazos delgados pero lo suficientemente fuertes de aquel ser en el mundo que piensa en ella, el juglar que ya les he mencionado, el de los bigotes de cobre y el gorro de lado, dos brazos delgados pero tan nobles que ejecutaban las más bellas melodías que llenaban su aire de canciones y mundos extraños donde sólo entraban ellos dos. Entonces pensó si los colores provendrían de la música, del amor, de los besos o de los gatos. O de la extraña y alquímica combinación de todos esos factores. No encontró la respuesta, pero ambos ya la sabían. De todos modos, no pensó en ello más, y siguió nadando entre la brisa cromática.
De vez en cuando hacía puente de realidad, dos, tres, cinco minutos, para aparentar seguir en los quehaceres del mundo cotidiano, pero rápidamente volvía a acurrucarse bajo las palabras y los rayos apacibles del atardecer