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viernes, 1 de febrero de 2013

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Para suavizar las palabras hace falta abrazarse a un árbol y pisar la raíz de la tierra, Gaia germinal, génesis del misterio, la vida y destino último de las lágrimas. Sentir como ella gira y dejarse girar alrededor del sol.

Hace falta regalarle esas palabras al aire, el viento y los hilos infinitos que unen a las personas con sus destinos.

El amor suaviza la palabra, la modela, la tiñe de colores y la cuelga del cuello de una nube a la madrugada. Allí las palabras son casi gestos, gemidos, suspiros, exhalaciones, oniria, verdad, libertad y sintiempo infinito.

Suavidad de la palabra es directamente proporcional a la cantidad de libros de poesía recorridos en el día y música degustada en el aire, e inversamente proporcional a los minutos de televisión encendida.

Las peleas agotan las palabras, las gastan, las destiñen, rasguñan su esencia divina. Los gritos las despilfarran.

Las palabras guardan simbiosis con la boca que las pronuncia, modela y constituye como tales. Tienen música propia, color, textura y aromas. A veces se enojan con uno, y se niegan a ser pronunciadas y siquiera pensadas, pacíficamente en huelga atroz de silencio.

Las palabras terminan de nacer cuando llegan al núcleo del  s e r  que las recibe y hace suyas, las llena de significados y las atesora por años, en el mejor de los casos, como un regalo del universo.

La receta, a veces, viene en forma de té.






4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sublime, como nos tenes acostumbrados !!!!!
ME ENCANTO !!!!!!! Cuanta verdad....

FleurImmortelle dijo...

increiblemente bello. respiro tu esencia en tus palabras, eso es hermoso y es tan tuyo. te quiero mucho!

Moni dijo...

Las peleas agotan las palabras, las gastan, las destiñen, rasguñan su esencia divina. Los gritos las despilfarran.

Si pudiera incorporar esto, cuánto mejor me hubiera ido en algunas circunstancias.

Katinka dijo...

Hermoso, simplemente.